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La magia del Puente de Triana

Cuando en Sevilla se habla de Triana se habla de magia, de un barrio tradicional, de un lugar donde el arte se respira y se siente. Por todos estos motivos, y por otros muchos más, este espacio se convierte en uno de los que más visitan los turistas que llegan a la ciudad hispalense y para acceder a él nada mejor que hacerlo a través del conocido Puente de Triana, que se ha convertido en uno de los símbolos de la barriada.

Puente de Isabel II es, sin embargo, el nombre oficial de esta citada construcción que une Triana con el centro de la urbe y que se sitúa por encima del río Guadalquivir.

Dos ingenieros franceses, Ferdinand Bennelot y Gustavo Steinacher, fueron los que a mediados del siglo XIX, más concretamente entre el año 1845 y el año 1852, acometieron la puesta en marcha de este mencionado puente con el que se vino a sustituir al antiguo, el de Barcas.

En hierro es como está realizado aquel que destaca por dos señas de identidad: primero, porque fue el primer puente fijo que existió en la urbe y segundo, porque está considerado como una de las joyas de la arquitectura del hierro a lo largo del siglo XIX en España.

Todo ello ha dado lugar a que el mismo esté catalogado como Bien de Interés Cultural. A lo largo de la historia ha tenido que someterse a distintas modificaciones en base a los cambios y necesidades de los tiempos. Sin embargo, ha conseguido mantener su esencia.

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